Desmitificando el concepto de apego: más allá de una teoría inmutable y explicativa
/El objetivo de este artículo es ofrecer un análisis crítico del concepto de apego, un término que ha cobrado notable popularidad tanto entre profesionales como entre el público en general. A lo largo de este recorrido, exploraremos los procesos psicológicos que sustentan esta noción, desentrañando las razones detrás de su creciente relevancia en los últimos años. Con una mirada reflexiva y fundamentada, examinaremos cómo se ha interpretado y aplicado la teoría del apego y su impacto en nuestra comprensión de las relaciones interpersonales.
Con la irrupción de la psicología en el boom de las redes sociales, hemos visto un aumento considerable en las publicaciones sobre el apego. Desde 2010, las búsquedas en Google sobre este tema se han disparado, convirtiendo al apego en una palabra de uso común incluso entre aquellos ajenos al ámbito psicológico. Esta teoría se enseña en universidades y se aplica tanto en instituciones públicas como en privadas , consolidándose como una herramienta ampliamente utilizada.
La razón detrás de su arraigo en la sociedad podría residir en su capacidad para explicar de manera sencilla un tema que nos toca a todos: las relaciones sociales. Además, existe una idea compartida de que las experiencias de la primera infancia determinan el comportamiento adulto, una noción posiblemente alimentada por la persistencia de ideas psicoanalíticas. Resulta más fácil clasificar conductas bajo categorías como "apego evitativo" que atender a todas las variables contextuales que influyen en el comportamiento de una persona.
El apego, aunque influyente, plantea la pregunta de hasta qué punto es realmente útil para explicar nuestras formas de relacionarnos. En un mundo donde anhelamos certezas y explicaciones claras, es tentador aferrarse a categorías que prometen descifrar nuestra historia emocional. Pero ¿estamos dejando de lado otros factores igualmente determinantes en nuestra conducta?
En este artículo, exploraremos qué significa realmente el apego y debatiremos su relevancia. Analizaremos su desarrollo histórico en la psicología y sus implicaciones prácticas, mientras profundizamos en los procesos psicológicos subyacentes que sustentan esta teoría.
La teoría del apego: origen y fundamentos
La teoría del apego, desarrollada por el psicoanalista inglés John Bowlby entre 1962 y 1980, postula que los seres humanos tienen una inclinación natural para establecer lazos emocionales profundos con ciertas figuras significativas. Según Bowlby, el apego actúa como un sistema biológico de regulación emocional, formándose en los primeros años de vida a través de las interacciones con los cuidadores principales. Este sistema tiene como función buscar seguridad y protección, estableciéndose en etapas críticas del desarrollo como la infancia temprana y permaneciendo relativamente estable a lo largo de la vida.
Bowlby define el apego como cualquier comportamiento que permita a una persona alcanzar o mantener proximidad con un individuo preferido y diferenciado. Sin embargo, esta teoría, aunque lógica en apariencia, presenta un problema fundamental: la suposición de que los primeros años de vida determinan de manera irreversible la conducta adulta, sin considerar el aprendizaje continuo y las contingencias que influyen a lo largo de la vida.
Jerarquía y estilos de apego
De acuerdo con la teoría, durante los primeros años de vida, las figuras de apego se organizan en una jerarquía piramidal, donde la madre suele ser la figura principal, seguida por el padre, hermanos y otros cuidadores significativos. Las primeras interacciones con estas figuras no solo modelan la percepción de seguridad, sino que también introducen al individuo a las primeras experiencias de ansiedad y angustia por la posible pérdida de ese vínculo protector. A medida que el niño crece, su círculo de apego se expande para incluir amistades y relaciones de pareja, y en la adultez, los hijos propios pueden convertirse en las figuras de apego principales .
Los cuatro estilos de apego identificados reflejan diferentes patrones relacionales. No obstante, muchas de sus definiciones presentan un carácter tautológico, al recurrir al propio concepto de “apego” para definirlo, lo que limita su claridad y operatividad.
Apego seguro/autónomo: se manifiesta en conductas de búsqueda de cercanía y apoyo ante situaciones de malestar. La persona confía en que los otros estarán disponibles y, una vez obtiene consuelo, retoma la exploración o la autonomía con tranquilidad. La proximidad es experimentada como algo seguro y accesible.
Apego evitativo: caracterizado por la inhibición de la expresión de necesidades emocionales. La persona tiende a evitar la proximidad, mostrando una fuerte preferencia por la autosuficiencia. Aunque puede experimentar malestar, no lo expresa abiertamente ni busca apoyo, manteniendo una distancia emocional predominante.
Apego ansioso/ambivalente: se expresa en una búsqueda de proximidad intensa, pero marcada por la inseguridad. La persona teme que los demás no estén disponibles o respondan de forma inconsistente, lo que la lleva a mantener una constante vigilancia emocional. Aunque necesita cercanía, esta no la tranquiliza del todo, y suele aparecer ambivalencia o conductas de protesta cuando no obtiene respuesta inmediata.
Apego desorganizado: se presenta como un patrón de comportamiento contradictorio y desorientado. La persona puede acercarse a las figuras significativas en busca de consuelo, pero al mismo tiempo mostrar miedo, rechazo o desconexión. La proximidad se vive como fuente de amenaza o confusión, lo que impide una estrategia clara para regular el malestar emocional.
Aunque estos estilos proporcionan un marco para comprender ciertos comportamientos, reducir la complejidad del comportamiento humano a estas categorías puede ser limitante. La teoría del apego, cuando se toma como un constructo inmutable, no da cuenta de la plasticidad y adaptabilidad del comportamiento humano a través de experiencias y aprendizajes continuos. En las próximas secciones, exploraremos enfoques alternativos que redefinen el apego como un proceso dinámico y en constante evolución.
El apego seguro desde el análisis de conducta
Desde la perspectiva del Análisis de Conducta, el apego seguro se entiende como el desarrollo de un vínculo a través de interacciones repetidas, donde tanto la interacción en sí como la presencia de la figura de apego se convierten en fuentes de placer y seguridad. Este vínculo se forma cuando asociamos a una persona con sentimientos agradables como calma y tranquilidad, estableciendo una conexión que influye en nuestro comportamiento. Ante la percepción de amenaza o miedo, la tendencia será buscar proximidad con esta figura de apego, ya que la experiencia previa de bienestar al estar cerca de ella actúa como un mecanismo para reducir el malestar.
Por ejemplo, un niño que, tras caerse en el parque, corre hacia su madre para que lo consuele y, una vez calmado, vuelve a jugar con tranquilidad, está mostrando un patrón de apego seguro. En adultos, este estilo puede observarse en personas que, ante una situación difícil, comparten abiertamente lo que les ocurre con su red de apoyo y se sienten reconfortadas tras hacerlo. En ambos casos, subyace una historia previa de interacciones consistentes en las que la búsqueda de consuelo ha sido respondida de forma adecuada, consolidando así una estrategia eficaz de regulación emocional.
Cuando este tipo de respuesta no se ha dado de forma repetida o consistente, es decir, si las figuras de cuidado no han estado disponibles, han respondido de manera impredecible o han generado malestar continuado, es más probable que se desarrollen estilos de apego “menos” seguros. Podemos imaginarlo como salir de casa en un día que puede llover. Si tenemos información clara (el cielo encapotado o una predicción meteorológica), cogeremos el paraguas. Pero si la lluvia es sistemáticamente impredecible, cada persona buscará estrategias para adaptarse: quizá alguien deje de salir por el malestar que le genera mojarse, otra persona correrá todo el trayecto para evitar mojarse, y otra solo saldrá los días pares con un sombrero verde porque cree que así la probabilidad de lluvia es menor. De forma similar, cuando las señales de disponibilidad emocional son poco claras o contradictorias, las personas desarrollan estrategias de apego variadas que pueden funcionar como protección del malestar, aunque a veces resulten desadaptativas.
El vínculo de apego seguro, por tanto, se determina por las acciones de una persona en situaciones aversivas, buscando a alguien que genere calma. La figura de apego puede variar significativamente entre individuos, dependiendo de factores culturales y la historia personal de aprendizaje. En resumen, el vínculo de apego se refiere a las conductas más probables que una persona llevará a cabo ante sus formas de regulación emocional, basadas en interacciones repetidas que han resultado en sensaciones de seguridad.
Una perspectiva funcional del apego
La formación del apego se explica en base a principios de aprendizaje, de manera ideográfica (es decir, atendiendo a la historia individual de aprendizaje de cada persona), en contraste con el enfoque nomotético original. En lugar de categorizar los tipos de apego, es más útil examinar los procesos subyacentes que contribuyen a la formación de un repertorio conductual en las relaciones sociales.
El desarrollo del apego en la infancia está influenciado por dinámicas de aprendizaje que moldean la búsqueda de proximidad y seguridad. Por ejemplo, cuando un bebé sonríe y recibe un abrazo afectuoso, esta interacción agradable para el bebé refuerza su tendencia a buscar contacto y consuelo. Del mismo modo, el alivio experimentado al calmarse en brazos de un cuidador fortalece su conducta a través del reforzamiento negativo, aprendiendo que la proximidad reduce el estrés. Estímulos como el tono de voz tranquilizador pueden convertirse en señales condicionadas que anticipan alivio, desencadenando respuestas automáticas de apego incluso antes de la incomodidad. Sin embargo, cuando las respuestas del cuidador son inconsistentes, el niño puede desarrollar patrones ansiosos, similares a conductas adictivas, donde la incertidumbre mantiene la búsqueda de atención.
Por otro lado, desde la dimensión 'insegura', la inconsistencia o imprevisibilidad en las respuestas del cuidador puede dificultar que el niño anticipe si sus señales de malestar serán atendidas. En ocasiones, su llanto es calmado con sensibilidad, pero otras veces es ignorado, exageradamente atendido o incluso castigado. Esta variabilidad genera un patrón de reforzamiento intermitente, donde la búsqueda de consuelo no siempre resulta eficaz, pero se mantiene por la esperanza de que en algún momento funcione. Así, el niño aprende a intensificar sus señales: llorar más fuerte, mantenerse cerca del adulto, protestar o mostrarse ambivalente como forma de maximizar la probabilidad de ser atendido. Con el tiempo, este patrón puede consolidarse en lo que podría llamarse un estilo de apego ansioso, que se vería reflejado por una elevada sensibilidad al rechazo, necesidad constante de validación y miedo persistente a la separación o al abandono.
En la adultez, estos patrones de apego pueden manifestarse selectivamente, según el contexto y experiencias previas. Por ejemplo, una persona podría mostrar un apego ansioso en una relación de pareja si ha experimentado reforzamiento intermitente, mientras que, en amistades con reciprocidad estable, mantiene un vínculo seguro. La autorregulación mediante narrativas internas, como "Soy evitativo, mejor no me acerco", puede aliviar temporalmente la ansiedad, pero refuerza la distancia emocional, creando un círculo vicioso que perpetúa lo que algunos llamarían como un estilo de apego evitativo. Estas estrategias, aunque funcionales a corto plazo, consolidan patrones rígidos que dificultan la intimidad.
Limitaciones y peligros de la visión tradicional del apego
Hoy en día, gracias a décadas de investigación en psicología del desarrollo y análisis experimental del comportamiento, entendemos que la visión original del apego presenta limitaciones significativas. El apego no es un destino escrito en la infancia, sino un conjunto dinámico de patrones conductuales que continúan moldeándose a lo largo de la vida mediante procesos de aprendizaje.
Uno de los peligros de la popularización del concepto de apego radica en tres aspectos fundamentales:
El mito del determinismo infantil: la creencia de que nuestras primeras experiencias nos marcan irreversiblemente ignora décadas de investigación sobre neuro plasticidad y aprendizaje a lo largo del ciclo vital. Desde el análisis de conducta, sabemos que las contingencias actuales suelen ser más determinantes que los eventos pasados en el mantenimiento de los patrones relacionales.
La falacia de la categorización: reducir la complejidad del comportamiento humano a cuatro estilos de apego equivale a pretender que todo el espectro de colores puede clasificarse en solo cuatro tonos básicos . La conducta es siempre idiográfica, y lo que llamamos "apego" no escapa a esta realidad.
El riesgo de la profecía autocumplida: cuando las etiquetas de apego se convierten en identidades ("soy una persona con apego evitativo"), pueden operar como instrucciones verbales que limitan el repertorio conductual y justifican la resistencia al cambio. Desde la terapia de conducta, observamos cómo estos autodiagnósticos populares pueden convertirse en conductas gobernadas por reglas que perpetúan los problemas que pretenden explicar.
La teoría del apego resulta atractiva porque se alinea con nuestra inclinación natural a simplificar problemas psicológicos complejos. Ofrece una narrativa lineal y fácil de digerir sobre cómo las experiencias infantiles determinan las relaciones actuales, proporcionando una sensación de claridad engañosa. Además, el sistema de categorización es intuitivo y fácil de aplicar, casi como un test de personalidad que promete autodescubrimiento instantáneo. Sin embargo, esta simplicidad puede ser engañosa, al reducir la riqueza de las interacciones humanas a etiquetas estáticas y descuidar los matices que realmente explican nuestro comportamiento.
Un enfoque conductual: priorizar el presente para facilitar el cambio
Frente a estas limitaciones, el análisis conductual propone un enfoque más riguroso y dinámico, centrado en las contingencias actuales que moldean nuestros patrones relacionales. En lugar de buscar respuestas únicamente en el pasado, se examinan los contextos específicos donde surgen las conductas problemáticas: ¿Qué reforzadores o procesos de reforzamiento mantienen la dependencia emocional en una relación? ¿Qué evitaciones perpetúan el distanciamiento? Este enfoque no solo es más preciso, sino que también abre puertas al cambio, ya que identificar los reforzadores actuales permite intervenciones más efectivas.
Mientras que el enfoque tradicional de apego puede llevar a una terapia centrada en explorar heridas antiguas, el análisis conductual se enfoca en modificar lo que ocurre aquí y ahora, ofreciendo herramientas concretas para transformar los patrones desadaptativos. Esta diferencia conceptual tiene implicaciones profundas, tanto en la práctica clínica como en la manera en que las personas entienden sus propias dificultades.
Para los terapeutas, trabajar con contingencias actuales en lugar de constructos abstractos como "el apego inseguro" permite intervenciones más directas y adaptadas a cada situación. Para los clientes, supone un cambio liberador: pasar de una mentalidad fija ("estoy dañado por mi infancia") a una de crecimiento ("puedo aprender nuevas formas de relacionarme"). Y para la ciencia, evita la reificación, es decir, tratar conceptos teóricos como si fueran entidades tangibles e inmutables. Al entender el apego como un conjunto de conductas moldeadas por reforzadores no como una esencia interna, mantenemos el rigor y abrimos más posibilidades para el cambio real.
El apego, tal como se ha entendido y expandido en la sociedad, está haciendo un flaco favor a todos: tanto a los clínicos que aplican estas categorías como una receta fácil, como a las personas que lo adoptan como una especie de diagnóstico personal. Estamos simplificando la complejidad de las relaciones humanas a etiquetas cómodas, pero peligrosas, ya que al hacerlo perdemos de vista todo lo que queda fuera: la historia, el contexto, las circunstancias y los aprendizajes que se dan en cada instante. Esto nos vuelve ajenos a variables fundamentales para lograr el verdadero objetivo de la teoría del apego: comprender el comportamiento humano.
El apego no es un destino inmutable, ni un lastre del que no se puede salir. Es un proceso, un conjunto de conductas que se van moldeando y cambiando con el tiempo. Si nos limitamos a verlo solo como algo que viene del pasado, nos olvidamos de las infinitas posibilidades que el presente nos ofrece para reescribirnos, para crear nuevas formas de relacionarnos y, en definitiva, para cambiar dinámicas.
Así que en lugar de preguntarnos simplemente “¿Qué estilo de apego tengo?”, quizás deberíamos preguntarnos: ¿Qué hago cuando quiero cercanía?, ¿Qué he aprendido que funciona cuando siento miedo?, ¿Cómo puedo construir nuevos vínculos, más saludables y reales, hoy mismo?”. Comprender el comportamiento no es cuestión de etiquetas, sino de historias. Y cada historia se sigue escribiendo día a día.
Referencias
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Seshadri, K. (2021). Attachment Theory in the Age of Social Media. Psychology Today.
Guillermo Lisbona Rincón
Estudié el Grado de Psicología en la Universidad de Málaga, continúe con el Máster General Sanitario en la Universidad Camilo José Cela. Entremedias, me formé en Terapias Contextuales por la Universidad de Almería y en Análisis de la Conducta de forma autodidacta. Me considero un apasionado de la psicología científica y su aplicación con el objetivo de mejorar la vida de las personas.
Iván Egea Ventura
Graduado en Psicología por la Universidad Camilo José Cela, donde actualmente estoy finalizando el Máster en Psicología General Sanitaria. Realizo las prácticas del máster y el Experto en Análisis Funcional Aplicado a la Intervención Clínica en Libertia. Además, he completado diversas formaciones complementarias en análisis de conducta aplicado. Me interesa seguir profundizando en la psicología basada en procesos, especialmente desde una perspectiva de género.
Keny Alexis Martínez Domínguez
Graduado en Psicología por la UNED. Finalizando el máster en Psicología General Sanitaria en la Universidad Europea. He realizado diversos cursos en institutos como ITEMA e ITACA. Deseando seguir formándome en análisis de conducta con perspectiva de género. Instagram: @re.con.figura